Confesiones de una voz suave

“Mal puede tener la voz tranquila quien tiene el corazón temblando.” 

(Lope de Vega)

Esta es mi voz. La he usado prácticamente todos los días desde hace muchos años. Cuando la escucho me parece normal; de tono algo aniñado, tal vez, pero con volumen promedio. Sin embargo, solo yo parezco pensar así. A menos que haga un esfuerzo consciente por elevarla, casi todas las personas tienen dificultad para escucharme. 

Sé impostar la voz para controlar su intensidad, pero hacerlo me desagrada profundamente. Me hace sentir tan consciente de mí que el nivel y el tono se hacen más importantes que la intención y el contenido. Pierdo naturalidad y lo siento como si un entrecejo vocal se frunciera de repente frente a mis interlocutores y audiencia. ¿Querría alguien sonar ceñuda cuando no lo está por dentro? Yo no. 

Hay quienes piden amablemente que hable más alto, quienes se frustran y lo manifiestan y otros que fingen oír sin realmente hacerlo. Tras tanto tiempo de práctica puedo reconocer expresiones en los rostros y otras muestras del lenguaje corporal que denotan no poder escucharme. Me es más fácil modular la voz en respuesta a ese lenguaje, que hacerlo frente al enojo o para crear una impresión. Un torso demasiado inclinado hacia mí grita más que mi amiga Paulina cuando se exaspera con mi voz.

Puedo comprender la frustración de las personas porque experimento una emoción similar hacia el otro lado del espectro. Los tonos altos y las velocidades rápidas de voz me agotan. Intento hacer consciente mi intolerancia para no cerrarme al contenido de lo que se expresa, pero requiere un verdadero esfuerzo de mi parte. Hay muchas gritonas y gritones en el mundo y, francamente, lo encuentro innecesario e invasivo.

¿Nací así o me hice de esta voz? Lo ignoro. No han faltado hombres que pregunten qué me sucedió para hablar así (nunca lo preguntó una mujer, por cierto). Hubo uno que, tras una hora de conocerme, preguntó si fui violada en mi niñez. Nada de eso. Me recuerdo con voz baja desde que tengo memoria y, definitivamente, no lo hago con intención. Si la personalidad de mi madre u otros factores de infancia influyeron o no en mi volumen me parece ya irrelevante.

No tener una voz fuerte, grave y ampliamente audible tiene pros y contras. Suelo hablar para ser escuchada y preferiría ser juzgada por motivos más de fondo que no hablar como Chavela Vargas. Lo cierto es que controlo las percepciones de los demás tanto como al clima, así que solo queda reconocerlas, matizarlas en lo posible y convivir con ellas. Lo enfrento sin conflicto: no tener voz fuerte y grave limita mis posibilidades de ganar elecciones como también lo hace no tener testículos y no ser alta. Es afortunado entonces que no pretenda tener un cargo público por elección en un futuro cercano. Problemático es, por el contrario, ser percibida como alguien poco firme, reprimida, con inseguridad profunda o con debilidades que desdibujen. Todas estas son percepciones estudiadas y documentadas, no en mí, pero sí en torno a mis pares susurrantes del mundo.

Afortunadamente, existe el otro lado de la moneda. Dudo que mi tono de voz remita a sensaciones sombrías como la de Darth Vader y, por ende, no son pocas las personas que dicen que mi voz les tranquiliza y genera confianza (espero que no sea el silencio que escuchan). La ciencia también habla calladamente al respecto. Hay investigaciones que indican que nuestros cerebros prestan mas atención al volumen que a lo que se nos dice y que un susurro puede ser mas efectivo que un grito para comunicar un mensaje. Aunque me parece paradójico de cara a mis reducidas posibilidades de ser electa Presidenta, puedo ver la manera en que otros prestan atención a mis palabras por efecto del requerido silencio que se necesita para escucharlas. Funciona particularmente bien en momentos de tensión y conflicto cuando un aparente-grito más en la habitación podría derramar el vaso ya lleno.

¿Expresa el volumen de la voz la forma en que interactúamos con nosotros mismos y con los demás? Supongo que algo habrá de cierto en ello, al igual que la velocidad y la forma de respirar mientras hablamos. Las docenas de vídeos de YouTube con lecciones de vocalización y dicción para mejorar y liberar la voz reflejan pálidamente las muy reales repercusiones sociales del habla. Supongo también que debería aceptar que necesito esas lecciones, pero me resisto. Prefiero chupar helio.

2 comentarios en “Confesiones de una voz suave

  1. Wow, nunca dejarán de sorprenderme las asunciones que la gente hace y la ligereza con la que las comparten; una cosa interesante que he leído en muchos lados es que Clint Eastwood habla super bajito apropósito para que las personas con las que está conversando le pongan atención y se inclinen hacia él para escucharlo, lo que personalmente creo que es un increíblemente sutil «power move», porque no puedes hacer otra cosa más que escuchar con atención a una persona que habla bajito si es que de verdad quieres saber qué está diciendo.
    ¿Será que de él también se asumiría que tiene un trauma que lo hace hablar así? Lo dudo bastante.

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