«Pasar los juicios por sus debidos filtros no es tarea menor. Matizar y reconsiderar certezas e ideologías requiere una amplitud y profundidad de miras que puedo cultivar, pero no siempre tener; por lo menos no sola y no de inmediato.»
Mi vida tiene sus claroscuros. Pago impuestos, pero desearía minimizarlos; participo, pero suele darme flojera; creo, pero muchas veces dudo. Soy parte de la estadística de personas sin fe en partidos políticos e instituciones religiosas, pero voto y reconozco el valor social de religiones. Creo y defiendo la tolerancia, pero no soporto a cínicos y criticones.
Convivo con la gama de grises, pero disfruto la tranquilidad que proporcionan los blancos y negros. Me atrae la adhesión de la mente a una convicción, sin temor a errar. Me intrigan las impresiones Napoleónicas de estatura moral del “estoy bien y tú estás mal.” No considero virulentos estos pensamientos, sino meros puntos de partida para la razón y para la emoción; lo que es más inquietante, a veces les veo como zonas de confort y síntomas de pereza.
Pasar los juicios por sus debidos filtros no es tarea menor. Matizar y reconsiderar certezas e ideologías requiere una amplitud y profundidad de miras que, en mi caso, puedo cultivar, pero no siempre tener; por lo menos no sola y no de inmediato. El tamizado de opiniones exige una dialéctica que obliga a trascender la tripa y a reconocer contextos y explicaciones mas allá de lo visible e inmediato. Este proceso podría no generar presidentes con 67% de aprobación en su primer informe, pero confío en que ayuda a vivir la vida con consciencia.
En reconocimiento a que el filtrado de juicios toma tiempo y esfuerzo, me he unido en amistad con las posturas y razones intermedias. Es decir, ya no me flagelo por no tener rápido una interpretación balanceada de un asunto complejo o emocionalmente cargado. Me permito tener posturas y opiniones que pueden cambiar a la luz de nueva información y de la debida digestión de las emociones. A riesgo de percepciones de veleidad, necesito ese proceso.
Cambiar una idea antes fija y revisar una opinión es un acto personal de aprendizaje y me deja un placentero sabor a insubordinación con mi cerebro reptiliano. Y aunque -como dijo Miguel de Unamuno- «las razones no son nada más que razones, es decir, ni siquiera verdad», es buena andanza el buscar la verdad a través de la gradual e informada razón.
Así mi vida.
